9 de marzo de 2014

Intemperie

Titulo: Intemperie
Autor: Jesús Carrasco
Año: 2013 (2013)

Editorial: Seix Barral
Temática: Ficción Moderna y Contemporánea
Páginas: 224
ISBN: 978-84-322-1529-2

Sinopsis: Un niño escapado de casa escucha, agazapado en el fondo de su escondrijo, los gritos de los hombres quelo buscan. Cuando la partida pasa, lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente de aquello que le ha hecho huir. Una noche, sus pasos se cruzan con los de un viejo cabrero y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos. Intemperie narra la huida de un niño a través de un país castigado por la sequía y gobernado por la violencia. Un mundo cerrado, sin nombres ni fechas, en el que la moral ha escapado por el mismo sumidero por el que se ha ido el agua. En ese escenario, el niño, aún no del todo malogrado, tendrá la oportunidad de iniciarse en los dolorosos rudimentos del juicio o, por el contrario, de ejercer para siempre la violencia que ha mamado. A través de arquetipos como el niño, el cabrero o el alguacil, Jesús Carrasco construye un relato duro, salpicado de momentos de gran lirismo. Una novela tallada palabra a palabra, donde la presencia de una naturaleza inclemente hilvana toda la historia hasta confundirse con la trama y en la que la dignidad del ser humano brota entre las grietas secas de la tierra con una fuerza inusitada.

  • Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar.
  • Escuchó su nombre multiplicándose entre los árboles como gotas sobre una lámina de agua. Agazapado en su escondrijo, pensó que quizá ésa sería toda su recompensa: oír cómo le llamaban una y otra vez entre los olivos al despuntar la mañana.
  • El cielo era de un azul oscurísimo. Las estrellas en lo alto parecían incrustadas en una esfera transparente.
  • Delante de él, el llano se sacudía el sufrimiento que el sol le había causado durante el día, desprendiendo un olor a tierra quemada y pasto seco.
  • Pensó que se encontraba en el lugar más alejado del pueblo en el que había estado en toda su vida. Lo que se extendía frente a las plantas de sus pies era para él, sencillamente, tierra incógnita.
  • Un suave resplandor como una brasa lejana comenzaba a elevarse por el horizonte revelando unas formas arbóreas que la noche había ocultado.
  • Una cabra emergió de la oscuridad del fondo y cruzó por detrás del pastor hasta volver a desaparecer entre las bambalinas del amanecer.
  • El rostro del cabrero, a un palmo del suyo, se interpone entre su cara y el sol como un eclipse de luna.
  • Desde allí, recorrió la Vía Láctea de un extremo a otro mientras escuchaba al viejo ir y venir y a las cabras moverse por los alrededores. La franja refulgente y pacífica. Identificó las constelaciones que conocía y, una vez más, proyectó el lado del Carro que terminaba en la Estrella Polar.
  • La luna creciente todavía era una tajada estrecha amarilleando sobre el horizonte.
  • Hubo un tiempo en que el llano era un mar de cereales. En los días ventosos de primavera, las espigas se revolvían igual que la superficie del océano. Olas verdes y fragantes a la espera del sol del verano.
  • se sentó junto al viejo y allí se quedó, viendo cómo la luz cambiaba de textura a medida que el sol se ponía al otro lado de la pared.
  • Tumbado, repasó el firmamento en busca de las constelaciones que conocía, y cuando hubo terminado, dirigió su mirada a la luna creciente. El resplandor lechoso le hirió las retinas. Cerró los ojos y dentro de ellos vio persistir el fogonazo en forma de arco.
  • Palpó la pared a su espalda en busca de no sabía qué: una puerta que no existía o una madre que lamiera sus heridas. Las llamas iluminaron el interior de la torre y la esperanza atravesó su cuerpo en todas direcciones, al distinguir una estrecha sombra vertical justo enfrente de su posición.
  • Durante un buen rato corrió detrás de los animales, que escapaban de sus manos como mercurio.
  • —¿Has visto la corona que tiene el Cristo de ahí arriba?
    —Sí. Tiene tres puntas.
    —Se llaman potencias. Una es la memoria, otra, el entendimiento y la tercera, la voluntad.
  • La luna en cuarto creciente colgada de un cielo limpio. Miles de millones de estrellas sobre su cabeza, muchas de ellas ya muertas, enviaban su luz a guiños.
  • A unos metros de la iglesia, un recinto de tapia de la que sobresalían tres cipreses. La brisa que pegaba de costado mecía sus puntas como pinceles invertidos y agitaba las ramas que había sobre su cabeza.
  • Sueña que lo persiguen. El sueño de siempre. Corre delante de alguien a quien nunca ve, pero cuyo aliento caldea su nuca. Alguien que acelera cuando él corre y se detiene cuando él para.
  • Entendió que el viejo no sería quien le entregara la llave al mundo de los adultos, ese en el que la brutalidad se empleaba sin más razón que la codicia o la lujuria.
  • La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un campo de terror, él había levantado la espada en lugar de poner el cuello.
  • —Ese bastardo lisiado me encadenó y huyó para avisar al alguacil.
    —También él es hijo de Dios.
  • La visión que el muchacho tenía de la llanura desde aquella sombra miserable se volvió acuosa. Las leves ondulaciones del terreno, los restos de la acequia y las montañas a las que se dirigían se deformaron en sus ojos.
  • se dio la vuelta, como quien intuye que le observan.
  • aunque había agotado las vías de escape, algo en su interior esperaba que el suelo se abriera o que, en las paredes, brotaran nuevas puertas.
  • El niño seguía con la mirada clavada en la pared, petrificado por la presencia magnética del alguacil y por los recuerdos que de él tenía. Recuerdos que pasaban como siluros por el fondo de un pozo de aguas negras.
  • La voz del cabrero sonó segura como el apretón de manos de un verdadero hombre.
  • Ángel de fuego que derriba los muros.
  • Miró a su alrededor y sólo vio estrellas titilando en lo alto y una media luna con un halo lechoso.
  • Respiraba mirando a la copa de los pinos. Los millones de agujas peinaban la luz amarilla y tamizaban un cielo que no admitía ser mirado directamente. La brisa hacía chocar las acículas, llenando el aire de un sonido balsámico.
  • Luego, sin pretenderlo, unió su brazo al del viejo y se entregó al sueño como quien deja que el viento airee su cara frente al mar.
  • Las gotas gruesas que se partían contra el suelo polvoriento y que no penetraban en él. Entró en la casa y salió de nuevo con la orza bajo el brazo. Caminó unos metros frente a la fachada y dejó el recipiente en el suelo. Luego volvió a la puerta y allí permaneció mientras duró la lluvia, mirando cómo Dios aflojaba por un rato las tuercas de su tormento.

3 comentarios:

  1. Empecé algunas páginas pero no estaba concentrada y lo tuve que dejar. A ver si un dia de estos lo retomo. Gracias por la reseña :)

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  2. Intemperie me gustó, sin embargo encontré su lenguaje demasiado rebuscado en muchas ocasiones, artificial. Y eso hizo que la historia se me hiciera también impersonal, como un ejercicio
    Besos

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  3. No la he leído, pero no descarto hacerlo más adelante.
    Besos:)

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