26 de julio de 2013

Grandes esperanzas

Titulo: Grandes esperanzas
Autor: Charles Dickens
Año: 1861 (2012)
Traducido por: R. Berenguer

Editorial: Alba
Temática: Ficción Clásica
Páginas: 528
ISBN: 978-84-8428-731-5

Sinopsis: En los capítulos iniciales de esta célebre novela, Pip, un niño huérfano y medroso, tiene un terrorífico encuentro con un preso evadido al que se ve obligado a procurar víveres y una lima. Poco después, es llamado a la tenebrosa mansión de una rica y recluida dama como compañero de juegos de una niña seca, hermosa y altiva; allí, el huérfano aprende, por primera vez, que sus manos son bastas y sus botas demasiado gruesas. Poco después, aún, entra en posesión de una misteriosa fortuna que pone en sus manos un benefactor secreto que desea hacer de él un caballero. Grandes esperanzas (1860-61), penúltima novela de Dickens y sin duda una de sus obras maestras, no es sólo una historia de grandes sueños y dramáticas contrariedades, sino esencialmente, como dijo Chesterton, de grandes vacilaciones, las del joven héroe «entre la vida humilde, a la que debe todo, y la vida lujosa, de la que espera algo». La vergüenza y la culpa, el amor y la vanidad, el crimen y la cárcel son los leit-motivs de la crónica de una identidad que se pierde y que se gana a través de una sorprendente peripecia que es como una anécdota del destino, irónica y grave a la vez.

  • Siendo Pirrip el apellido de mi padre, y Philip mi nombre de pila, mi lengua infantil no alcanzó a hacer de ambas palabras nada más largo ni más explícito que Pip.
  • el cielo no era más que un amasijo de encendidas líneas rojas y densas líneas negras entremezcladas.
  • tú y yo siempre seremos amigos,
  • Había visto chorrear la humedad por el exterior de mi ventanilla como si un duende hubiese estado llorando allí toda la noche y usado mis cristales como pañuelo.
  • En el acto volví a agarrarme a la pata de la mesa y la apreté contra mi pecho como si hubiese sido el compañero de mi infancia y el amigo de mi corazón.
  • según la llama crecía o se apagaba, mi joven y compasiva fantasía me llevó a imaginar que la pálida tarde, ahí fuera, había palidecido por su culpa,
  • pasé por el abecedario como por un zarzal, pinchándome y arañándome de lo lindo en cada letra.
  • Dame –dijo Joe– un buen libro o un buen periódico, y ponme sentado junto a un buen fuego, y no deseo nada mejor.
  • «Por defectos que haya tenido, piensa sólo, lector, lo bueno que ha sido».
  • Quiere que el chico vaya a jugar a su casa. Y, naturalmente, tendrá que ir.
  • ¿No tienes miedo de una mujer que no ha visto el sol desde que tú naciste?
  • –Y bien, si puedes, destrózale el corazón.
  • –Me parece que me gustaría irme a casa.
    –¿Y no volver a verla más, a pesar de que es tan bonita?
  • la vi pasar entre los hogares apagados, subir por una ligera escalera de hierro, y salir por una galería alta, como si subiera al cielo.
  • Deteneos los que esto leéis a pensar por un momento en la larga cadena de hierro y oro, de espinas y flores, que nunca os hubiera atado de no haber sido por un primer eslabón que se formó en un día memorable.
  • –¡Qué guapo paquetito de huesos! ¿Cómo te llamas?
  • –¿Por qué no lloras ahora, pequeño miserable?
    –Porque no lloraré más por usted –respondí.
  • Creo que habría sido capaz de cualquier cosa por poder besar su mejilla.
  • «¡Destrózales el corazón, esperanza y orgullo mío, destrózales el corazón y no tengas piedad!».
  • Me había gustado en otro tiempo, pero otro tiempo no era entonces.
  • llevaba en mi recuerdo diario un peso a cuyo lado el yunque era una pluma.
  • solía quedarme junto al cementerio los domingos al atardecer, comparando mi porvenir con el paisaje de ventosos marjales,
  • me tendí un rato sobre el terraplén con la mano apoyada en la barbilla, descubriendo rasgos de la señorita Havisham y de Estella por todo el paisaje, en el cielo y en el agua,
  • cuántas veces pasé y volví a pasar por delante de la verja antes de decidirme a llamar.
  • al pararse los relojes se había detenido el tiempo en aquella misteriosa mansión,
  • Es por ella por lo que deseo ser un caballero.
  • Me hallaba perdido en el laberinto de mi futura fortuna y no podía volver a recorrer los atajos que habíamos pisado juntos.
  • Temo que hasta las estrellas hacia las que levantaba mis ojos me parecían unas estrellas pobres y humildes por brillar sobre los rústicos objetos entre los cuales había pasado mi vida.
  • llenaba el aire que ambos respirábamos.
  • el mañana me miraba a la cara con más firmeza que como podía mirarlo yo.
  • Pasaba junto al poste indicador a la salida del pueblo, y puse mi mano en él diciendo: «Adiós, amigo querido».
  • Sabe el cielo que nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son la lluvia que limpia el polvo cegador de la tierra que cubre nuestros endurecidos corazones.
  • Y la niebla se había levantado del todo, y el mundo se extendía ante mis ojos.
  • Tan imperfecta resultaba la realización de la primera de mis grandes esperanzas, que miré desalentado al señor Wemmick.
  • –Llega un día –dijo Herbert– en que uno ve su oportunidad y se agarra a ella,
  • a pesar de todo, nunca abandoné mis libros.
  • la vida está hecha de tantas separaciones, enredadas unas con otras,
  • Todos los demás estafadores del mundo no son nada en comparación con los que quieren engañarse a sí mismos,
  • mi deseo y mi esperanza estaban puestos en ella,
  • la amaba contra toda razón, sin contar con promesa alguna, contra la paz de mi espíritu, contra toda esperanza, en detrimento de mi felicidad, a pesar de todos los motivos posibles de desaliento.
  • En una palabra, se me hacía imposible separarla, en el pasado o en el presente, de lo más íntimo de mi propia vida.
  • me hizo llorar otra vez en mis adentros, que es el llanto más amargo que puede haber.
  • no podía existir una belleza como la suya sin tener corazón.
  • ¡Quiérela, quiérela, quiérela! Si te favorece, quiérela. Si te hiere, quiérela. Si te desgarra el corazón, y a medida que crezca y se haga fuerte, te lo desgarra más... ¡quiérela, quiérela, quiérela!
  • el verdadero amor. Es ciega devoción, abnegación absoluta, sumisión incondicional, confianza y fe contra ti mismo y contra todo el mundo, abandono de tu corazón y tu alma enteros al que los destroza...
  • ¿Cuándo despertaría yo en su corazón, ahora mudo y dormido?
  • No obstante, esa habitación era todo en el mundo para mí, estando Estella en ella. Pensé que con ella podía haber sido feliz allí, toda la vida.
  • –Vivo allí agradablemente; por lo menos... –Me pareció que estaba perdiendo una ocasión.
    –¿Por lo menos, qué? –repitió Estella.
    –Tan agradablemente como puedo vivir estando lejos de ti.
  • tomaba mi corazón en su mano porque le daba la gana hacerlo, no porque estrujarlo y arrojarlo hubiera despertado en ella ningún tierno sentimiento.
  • la oportunidad no viene a buscarle a uno, sino que uno debe ir a buscarla;
  • Era la primera vez que se abría una tumba en el camino de mi vida y la grieta que formaba en el uniforme suelo era prodigiosa.
  • Que aquel lugar continuara existiendo sin ella era algo que mi espíritu no podía comprender;
  • Y allí mi hermana fue silenciosamente depositada en el seno de la tierra, mientras las alondras pasaban cantando por el cielo y el viento ligero esparcía hermosas sombras de nubes y árboles.
  • Biddy lloraba; el jardín entre sombras, y el camino, y las estrellas que salían, se enturbiaban en mis ojos.
  • Donde fuera que estuviera mi cuerpo, mi alma no dejaba nunca de errar alrededor de aquella casa.
  • ¿no te darás nunca por advertido?
    –¿De qué?
    –De mí.
  • Si no ves lo que quiero decir es que estás ciego.
  • –¡Pedazo de piedra! –exclamó la señorita Havisham–. ¡Corazón de hielo!
  • –¿Le engañas a él, Estella?
    –Sí, y a muchos otros... a todos menos a ti.
  • Otros lo han hecho antes y nada les ha ocurrido; y lo que unos han hecho otros lo pueden hacer también.
  • No juzgue nada por las apariencias, sino por las pruebas. No hay mejor regla.
  • Miró a su alrededor algo turbado, como si hubiese perdido el punto en el libro de sus recuerdos;
  • Forma parte del secreto que no me pertenece.
  • ya sé que no tengo la esperanza de poder llamarte mía, Estella. Ignoro lo que será de mí muy pronto, lo pobre que seré o adónde tendré que ir. Sin embargo, te amo. Te amo desde que te vi por primera vez en esta casa.
  • –¡Que te habré olvidado! Eres parte de mí mismo.
  • Has estado en todas las esperanzas que desde entonces he tenido... en el río, en las velas de los barcos, en los marjales, en las nubes, en la luz, en la oscuridad, en el viento, en los bosques, en el mar, en las calles.
  • Tanto era lo acabado y perdido que cuando salí de la casa la misma luz del día me pareció más oscura que al entrar.
  • Susurraba el armario, suspiraba la chimenea, temblaba el palanganero, y una cuerda de guitarra sonaba de vez en cuando en un cajón de la cómoda.
  • No sé por qué quise atesorar aquel pobre jirón de mis esperanzas rotas y esparcidas al viento.
  • le quité el corazón y puse en su lugar un pedazo de hielo.
  • Para guardar un secreto es mejor ser uno que dos.
  • El agua ha pasado a través de mis dedos y se ha ido, ¿ves? –añadió, levantando la mano y mostrándomela.
  • cuando los remos se hundían en el agua parecían golpear las estrellas que en ella se reflejaban.
  • siempre te necesitaré, porque siempre te querré;
  • mis grandes esperanzas se habían desvanecido como nuestras nieblas de los marjales ante los rayos del sol.
  • si me dices que podrás ir por el mundo de mi brazo, harás que ese mundo sea mejor conmigo y que yo sea mejor con él, y lucharé de firme para convertirlo en lo que tú mereces».
  • Dejadme que os oiga decir estas palabras, para que pueda llevármelas conmigo
  • Los primeros rayos de la luna iluminaron la plateada niebla, e hicieron brillar las lágrimas de sus ojos.
  • –Poco imaginaba que me despediría de ti al despedirme de este lugar.
  • Para mí las despedidas son siempre penosas. Para mí el recuerdo de nuestra última despedida ha sido siempre triste y doloroso.
  • El sufrimiento me ha roto y me ha doblegado, pero espero que me haya hecho mejor. Sé considerado y bueno conmigo como lo fuiste en otro tiempo, y dime que seguimos siendo amigos.
    –Somos amigos –dije levantándome e inclinándome hacia ella cuando se levantaba a su vez.
    –Y continuaremos siendo amigos, aunque estemos separados –dijo Estella.
    Yo le cogí la mano y salimos de aquel desolado lugar. Y tal como las nieblas de la mañana se levantaron, tantos años antes, cuando abandoné la herrería, se levantaron ahora las nieblas de la noche y, en la dilatada extensión de luz tranquila que me mostraron, no vi sombra alguna de separación.

7 comentarios:

  1. Esta es otra de las novelas de Dickens que me gustaría leer y una de sus más conocidas.

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  2. Menudos diálogos, he leido los primeros y ha sido suficiente para querer leerme el libro, tampoco es tan gordote, no llega a 600 páginas asi que a mi lista interminable va.
    Un besito reina!

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  3. Anónimo27/7/13

    Yo vi la pelicula y fue un poco aburrida ,espero que el libro no me decepcioné.
    Besitos me suscribo , pásate si quieres <3

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  4. " -Siente esto? - pregunta Pym llevando la mano de la Señorita Havisham a su pecho.

    Ella asiente.

    - Es mi corazón. Y está roto".

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  5. mi libro favorito, y esta opinion es irrebocable.

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  6. El mejor libro de Dickens, a mi parecer.

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  7. Una de las mas grandiosas obras que haya leido a mis 24 años, recuerdo con tanto cariño esta novela, he leido practicamente todo sobre Dickens y Grandes Esperanzas se convirtio en mi favorita. Cuan identificado me senti con la historia del pequeño Pip. Saludos cordiales a todos,

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