2 de diciembre de 2013

La química secreta de los encuentros

Titulo: La química secreta de los encuentros
Autor: Marc Levy
Año: 2011 (2012)
Traducido por: Juan Camargo

Editorial: Planeta
Temática: Ficción Moderna y Contemporánea
Páginas: 352
ISBN: 978-84-08-00789-0

Sinopsis: «El hombre más importante de tu vida acaba de pasar por detrás de ti. Para encontrarlo deberás hacer un largo viaje y localizar a las seis personas que te conducirán hasta él… Hay dos vidas en ti, Alice. La que conoces y la que te espera desde hace tiempo.» Divertida, original, encantadora y maravillosa, La química secreta de los encuentros te cautivará y, sobre todo, te hará FELIZ.

  • La tormenta golpeaba en el lucernario que había encima de la cama. Una insistente lluvia de invierno. Harían falta muchas más para limpiar la ciudad de las manchas de la guerra.
  • —¿Nunca has fantaseado con saber lo que te depara el porvenir?
  • el hombre más importante de tu vida, el que buscas desde siempre sin saber ni siquiera que existe, ese hombre acaba de pasar hace apenas unos segundos detrás de ti.
  • Esa noche cenaría en su cama en compañía de un buen libro. Una larga noche y, al día siguiente, habría recuperado su alegría de vivir.
  • —Yo siempre he tenido pasión por los detalles, por los pequeños acontecimientos, casi invisibles, que hay a nuestro alrededor. Observar a la gente te enseña muchas cosas.
  • Con un poco de fantasía dentro de uno, la soledad no existe.
  • ¿El futuro ya está escrito? La idea me parece aburrida, ¿no?
  • Tu porvenir está hecho de elecciones que te pertenecen.
  • El hombre del que te hablaba ayer se encuentra en alguna parte en el camino de esa otra vida, y nunca estará presente en la que llevas hoy. Ir a su encuentro te obligará a realizar un largo viaje. Un viaje en el curso del cual descubrirás que nada de todo aquello que creías ser era verdad.
  • Creo que me habría gustado que me dieran mi primer beso en los caballitos —retomó Carol con voz triste—.
  • Es maravillosamente humano tener miedo,
  • —Te estás muriendo de soledad, sueñas con un gran amor y nada te da más miedo que enamorarte.
  • —Le brillan los ojos —dijo—, y le sienta bien.
    —Es el vino —murmuró—. Gracias, Daldry.
    —No es un cumplido.
  • Voy a visitar Santa Sofía, las callejuelas del gran bazar, embriagarme de aromas, ver el Bósforo, mirar cómo bosqueja a los transeúntes en la encrucijada de Occidente y Oriente.
  • miró la luna creciente que brillaba por encima del lucernario; un cuarto creciente, se dijo, casi igual al que había en la bandera de Turquía.
  • me contaba sus paseos a orillas de un mar azul cielo como si se tratase del más bonito de los viajes.
  • Está loca por ti, imbécil, no te das cuenta de nada.
  • Te contaré lo que hago y, ¿quién sabe?, si acabo enviando una de estas cartas, tal vez me respondas.
  • Después de todo, ¿no es el destino quien ha decidido que nuestras carreteras se cruzaran?
  • —Cuando la imaginación se compara con la realidad, a veces hace daño
  • —Aquí hay costumbre de leer el futuro en los posos del café, me pregunto qué le contaría el suyo.
  • Se levanta el viento del norte y esparce las nubes, la claridad de la luna surge no del cielo, sino de la profundidad de las aguas.
  • Cada hora que paso aquí hace crecer en mí un amor desbordante.
  • Un beso con la vista puesta en los tejados de una ciudad que amarías apasionadamente, estoy segura de ello.
  • «El no ya lo tienes, hija mía, arriésgate a conseguir el sí.»
  • —¿Ha pensado en mí al pasar por un cruce? Es encantador lo que le inspira una encrucijada.
  • Cierra los ojos y acuérdate de esos olores de la infancia: el cuero de tu cartera; el olor a tiza, incluso el de la pizarra cuando el profesor te castigaba a repetir una frase en ella;
  • cada instante de mi vida estaba marcado con esos olores particulares, que eran mi lenguaje, mi forma de aprehender el mundo que me rodeaba.
  • Ni hablar de bajar los brazos frente a la adversidad.
  • —Si me enamorase de una mujer como ella —añadió levantando su vaso—, la única prueba de amor que podría ofrecerle sería irme lo más lejos posible, aunque tuviera que huir al fin del mundo.
  • para un hombre, amar es recoger la belleza de una mujer, ponerla bajo llave para que ella se sienta bajo su protección, y quererla... hasta que el tiempo la marchite.
  • Me hice la promesa de que si un día llegaba a amar, a amar realmente, entonces conservaría la flor y me prohibiría cortarla.
  • La brutalidad es la consecuencia de una frustración, la incapacidad de expresar su ira mediante palabras; entonces, a falta de palabras, son los puños los que hablan.
  • ¿Sabía que la memoria olfativa es la única que no se deshace? Los rostros de aquellos a los que más amamos se desvanecen con el tiempo, las voces se borran, pero los olores nunca se olvidan.
  • —Dos amigos pueden ir de la mano, ¿no?
    —Supongo que sí —respondió Daldry.
  • ¿cómo perdonarle el haber hecho nacer en mí las ganas de querer y de que me quieran?
  • —Porque no le he pedido nada, y no necesito la ayuda de nadie.
    —Eso es todavía más absurdo, todos necesitamos a alguien en la vida, nadie puede hacer grandes cosas solo.
  • Los flechazos no existen más que en los libros. En la vida real, los sentimientos se construyen tan lentamente como edificamos nuestro hogar, piedra a piedra.
  • Estaría dispuesto a recorrer todo Estambul por ti, ¿o es que no lo ves?
  • Es tan duro despedirse de alguien cuando no se ha podido decir adiós...
  • Amar en silencio no cuesta nada y no ofende a nadie, ¿verdad? Y usted, ¿quiere a alguien?
  • Tu madre se arrodilló delante de ti, te dijo que eras su vida, su pequeña maravilla, que tenías que sobrevivir a toda costa, que, pasara lo que pasase, velaría siempre por ti, y que siempre estarías en su corazón, allí donde estuvieras. Te dijo que tenía que dejarte, pero que no te abandonaría nunca.
  • —¿Por qué me miras así?
    —Porque me podría pasar horas enteras mirándote. Creía que estaba sola en el mundo, y te tengo a ti.
  • echaré de menos a mi vecina, pero saber que es feliz me da una razón para serlo yo también.
  • En toda mi vida nunca he temido a nadie como la he temido a usted.
  • —Si lo duda, aunque sea un instante, estaría dispuesto a renunciar a mis pinceles hasta el fin de mis días.
    —Eso sería un auténtico desastre —respondió Alice—, sobre todo teniendo en cuenta que fue al decirme que pintaba sus cruces cuando me enamoré de usted.

2 comentarios:

  1. Hace años que no leo nada de este autor, y es que el último libro que leí suyo me defraudó bastante.
    Besos!

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  2. quiero leeer est libro desde hace rato pero nada que lo consigo

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