Hacia el infinito

Titulo: Hacia el infinito
Autor: Jane Hawking
Año: 2007 (2015)
Traducido por: José Luis Delgado Pérez

Editorial: Lumen
Temática: Biografía e Historias Reales
Páginas: 560
ISBN: 978-84-264-2293-4

Sinopsis: Stephen Hawking es uno de los científicos más prestigiosos de la actualidad, un hombre que ha dedicado su vida a la investigación de las leyes fundamentales que rigen el universo. Su genio lo define, pero también es conocido por sobrevivir a una disfunción neuronal muy grave, que le fue diagnosticada cuando solo tenía veintiún años. ¿Quién es Jane Hawking? Década de los 60, universidad de Cambridge... Jane es la joven de quien Stephen Hawking se enamoró durante sus estudios de doctorado, y la mujer que decidió casarse con él a pesar de su trágica enfermedad. En Hacia el infinito, un libro tierno y a menudo divertido, Jane Hawking, que estuvo casada con el científico durante más de veinte años, describe con afecto al hombre y al genio, exponiendo con franqueza los dilemas dolorosos de su matrimonio y la época más turbulenta de una historia de amor que ahora ya forma parte de su pasado. El resultado es un retrato inteligente y optimista de una relación peculiar, obra de una mujer valiente que aprendió a amar en tiempos difíciles y ahora recuerda sin rencor los años más importantes de su vida.

• La historia de mi vida con Stephen Hawking comenzó el verano de 1962, aunque quizá empezara unos diez antes sin que yo fuera consciente de ello.
• Es raro pero muy inteligente.
• era una persona que tendía a avanzar a trompicones por la vida y conseguía verle el lado gracioso a todo.
• La mortalidad era un concepto que no formaba parte de nuestra existencia. Aún éramos lo bastante jóvenes para ser inmortales.
• ¿Me gustaría ir al teatro con él alguna vez? Por supuesto, dije que sí.
• Deslumbrante bajo el sol, la ciudad se extendía a mis pies.
• Con el halo del amor, aun cuando fuera a distancia, Venecia, sus canales, laguna, palacios, iglesias, galerías e islas adquirieron un brillo incluso más glorioso, pero, impaciente por el posible inicio de un nuevo capítulo de mi vida, no me dio pena marcharme y regresar a Suiza.
• el futuro no tenía por qué ser tan negro como lo habían pintado sus peores miedos.
• Cuando se lucha contra el destino, solo las grandes cuestiones —la vida, la supervivencia y la muerte— tienen verdadera importancia.
• El éxito tiene la virtud de engendrar más éxito, y pronto habría nuevos motivos de celebración.
• hasta la amplia extensión de agradables campos verdes parecía perderse en el infinito.
• El acechante espectro surgió de las sombras y lo agarró por la garganta,
• la enfermedad de la motoneurona, el miembro hasta entonces oculto de nuestro matrimonio.
• Se trataba de la física, mencionada por la primera esposa de Einstein como «la otra» en el proceso de divorcio.
• Fuimos juntos a desafiar al ogro en su guarida.
• La naturaleza, que había absorbido con delicadeza a los muertos de siglos anteriores para tenerlos de nuevo en su seno, los resucitaba en forma de una profusión de flores que se encaramaban a la verja y se extendían hasta acariciar la vieja y torcida lámpara de gas que de noche alumbraba la calle con su resplandor sulfúreo.
• Me sobrecogía pensar que todos aquellos números, letras y signos misteriosamente cifrados penetraban los secretos del profundo y negro infinito.
• La muerte era la tragedia de la vejez, no de la juventud.
• El futuro se desplegaba ante nosotros,
• Disfrutar de cada día, en vez de proyectar un espejismo fantasioso en un futuro lejano, se estaba convirtiendo en nuestra forma de vida.
• las ecuaciones ponían de manifiesto una belleza matemática milagrosa y apabullante.
• Estábamos a las puertas del abismo tenebroso donde se abandona toda esperanza.
• Solo las lágrimas, no las palabras, podían expresar lo que sentí; lágrimas de gratitud y alivio.
• Nada era demasiado difícil para aquella raza de superhombres capaces de desentrañar los secretos del universo y de superar cualquier desafío físico en la tierra.
• La deslumbrante blancura de la montaña recortada sobre el azul intenso del cielo resultaba embriagadora, lo que nos animó a seguir subiendo.
• Las águilas volaban silenciosas en círculo y a lo lejos un riachuelo se escurría entre las rocas;
• la permanente batalla entre ciencia y religión, un trágico y complicado cisma aún sin resolver.
• Galileo murió el 8 de enero de 1642, el año en que nació Newton y tres siglos antes del nacimiento de Stephen.
• Las hojas de arce que había recogido en el jardín de Tolstói resultaron ser una elocuente metáfora del Moscú que vimos durante aquellas semanas.
• El objetivo secreto de todos los físicos era hallar la piedra filosofal: la teoría del campo unificado —todavía no formulada—, que aunaría todas las ramas de la física.
• No teníamos más remedio que seguir adelante, con la improbable esperanza de llegar a nuestro destino.
• Dejando que la arena me resbalara entre los dedos, me pregunté hacia dónde iba mi vida.
• Era evidente: vivíamos al borde de un precipicio. Sin embargo, aun en el borde de un precipicio es posible echar raíces que atraviesen la tierra y la roca; raíces que se introduzcan incluso en los suelos más pobres hasta crear un sostén lo bastante seguro para que las ramas, por raquíticas que sean, produzcan hojas, flores y frutos.
• El resultado final no podría ser otro que el ruido estridente del caldero cascado de Flaubert en vez de una música que conmoviera a las estrellas.
• era la prueba palpable de que el diagnóstico no tenía por qué representar una condena a muerte si se tenía voluntad para luchar.
• Iluminaban las tinieblas con la luz de su bondad, comprensión y generosidad.
• si le preguntaban por el infinito, respondía que le resultaba difícil hablar de él porque quedaba muy lejos.
• Era el final de un viaje largo y arduo. El hecho de que terminara en un callejón sin salida carecía de importancia.
• En conclusión, el autor estaba deseando que llegara el momento en que la humanidad fuera capaz de «conocer la mente de Dios» mediante la formulación, en un futuro no demasiado lejano, de una teoría unificada completa del universo: la teoría de todo.
• Me quedé despierta en el saco de dormir, oyendo a lo lejos los aullidos de los lobos y los gritos de animales de granja en la negra noche.
• Daba igual que la voz sintetizada guardara un inquietante parecido con la de un robot: Stephen volvía a tener la facultad de hablar.
• si manteníamos la fe, si seguíamos intentando dar lo mejor de nosotros mismos, tal vez en el futuro amaneciera un día más luminoso y tranquilo.
• en una ocasión histórica hizo la sorprendente afirmación de que su ciencia del universo requería, al igual que la religión, un acto de fe.
• La culpa —prosiguió— es el riesgo derivado de esforzarse siempre por lograr lo más alto y lo mejor; el amor es la única respuesta a la culpa. Solo en el amor podemos sostenernos unos a otros.
• Era un paisaje de paz y belleza intemporales: arenas doradas, dunas sedosas y colinas áridas y violáceas, todo teñido del suave tono rosado del amanecer.
• Las largas paredes blancas y los bajos tejados rojos de la casa y las construcciones adyacentes brillaban al sol contra el cielo azul, mientras nubes de florecillas blancas caían revoloteando como sedosos copos de nieve sobre el prado y los matorrales.
• Podía encontrar mi verdadero centro, en estrecho contacto con la naturaleza; ser una soñadora, tal vez anticuada, desde luego contemplativa, cuya ocupación favorita era observar cada tarde la gran extensión del cielo al oeste, hechizada por la cambiante magnificencia del ocaso a medida que el sol descendía tras la hilera de árboles que se alzaban al otro lado de los campos.
• «Si el profesor Hawking puede hacerlo, ¿por qué no podéis vosotros?».
• me había esforzado de corazón por hacerlo lo mejor posible, aun cuando eso hubiera desfigurado mi propia vida.
• Un oscuro abismo se había abierto en el suelo y había engullido aquel edificio, junto con más de veinticinco años de mi vida: todos los años de mi juventud y buena parte de mi vida adulta, todas mis esperanzas y todo mi optimismo.
• Fue una suerte infinita para mí no encontrarme sola.
• No obstante, había cierta justicia poética en la tragedia. La suerte de los árboles y el jardín era un reflejo de la que habíamos corrido nosotros. No podría haber una metáfora más potente o conmovedora para el final de nuestra familia que aquel agujero negro.
• Su sonrisa mientras flotaba en ingrávida liberación habría conmovido a las estrellas. A mí, desde luego, me conmovió profundamente y me indujo a reflexionar sobre el gran privilegio que fue viajar con él, aunque fuera una corta distancia, hacia el infinito.

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Una biografía desenfocada, cautivadora y triste, sobre un ser humano excepcional que dejará huella a través el tiempo.

4/5

Lo mejor: La metáfora del final.

Lo peor: Se me hizo un poco larga.

Este es el libro en el que está basada la película "La teoría del todo".