El camino

Titulo: El camino
Autor: Miguel Delibes
Año: 1950 (2012)

Editorial: Destino
Temática: Ficción Moderna Y Contemporánea
Páginas: 232
ISBN: 978-84-233-2812-3

Sinopsis: Daniel el Mochuelo intuye a sus once años que su camino está en la aldea, junto a sus amigos, sus gentes y sus pájaros. Pero su padre quiere que vaya a la ciudad a estudiar el Bachillerato. A lo largo de la noche que precede a la partida, Daniel, insomne, con un nudo en la garganta, evocará sus correrías con sus amigos —Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso— a través de los campos descubriendo el cielo y la tierra, y revivirá las andanzas de la gente sencilla de la aldea. La simpatía humana con que esa mirada infantil nos introduce en el pueblo, haciéndonos conocer toda una impresionante galería de tipos y la fuerza con que a través de rasgos frecuentemente caricaturescos se nos presentan siempre netos y vivos es uno de los mayores aciertos de esta novela.

• Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
• marcharse a la ciudad a iniciar el bachillerato constituía, sin duda, la base de este progreso.
• La idea de la marcha desazonaba a Daniel, el Mochuelo.
• En cuanto a si el chico vale o no vale para estudiar depende de si tiene cuartos o si no los tiene.
• «Cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en la lengua».
• sentir sobre sí la quietud serena y reposada del valle, contemplar el conglomerado de prados, divididos en parcelas y salpicados de caseríos dispersos.
• —También a mí me dan miedo las estrellas y todas esas cosas que no se abarcan o no se acaban nunca.
• la belleza de las montañas abruptas, las calidades poéticas de la verde campiña y en lo sugestivo que resultaba oír rasgarse la noche del valle por el estridente silbido de un tren.
• Los ojos no sirven, antes de esa edad, para constatar las cosas palmarias y cuya simplicidad, más tarde, nos abruma.
• Casi todos los pájaros tienen miseria bajo la pluma.
• Aparentaba caminar bajo el peso de un fardo invisible que la obligaba a encorvarse por la cintura. Eran, sin duda, los remordimientos.
• los aromas húmedos y difusos de la tierra avivaban su nostalgia, ponían en sus recuerdos una nota de palpitante realidad.
• la emoción de lo prohibido imprimía a sus actos rapaces un encanto indefinible.
• Avanzaban cautelosamente, moviéndose entre las sombras del jardín, bajo un cielo alto, tachonado de estrellas diminutas.
• un valle de precipitaciones, húmedo y triste, melancólico, y su languidez y apatía características desaparecían con el sol y con los horizontes dilatados y azules.
• Ella se avergonzó, pero no desvió la mirada.
  —Me gusta mirarte —dijo.
• a los pájaros o se los mata con el tirachinas o se los deja vivir. Él los dejaba vivir.
• Hay cosas que la voluntad humana no es capaz de controlar.
• Si la Mica se ausentaba del pueblo, el valle se ensombrecía a los ojos de Daniel,
• como si para el valle no hubiera ya en el mundo otro sol que los ojos de la Mica y otra brisa que el viento de sus palabras.
• Era todo como un sueño, doloroso y punzante en su misma saciedad.
• los niños tienen ineluctablemente la culpa de todas aquellas cosas de las que no tiene la culpa nadie.
• el corazón virgen de la Sara, huérfano aún de requiebros, se derretía como el hielo bajo el sol.
• La vida no era triste. Ahora, acodado en la ventana, podía comprobarlo.
• A veces el camino que nos señala el Señor es áspero y duro.
• La felicidad —concluyó— no está, en realidad, en lo más alto, en lo más grande, en lo más apetitoso, en lo más excelso; está en acomodar nuestros pasos al camino que el Señor nos ha señalado en la Tierra.
• Los diez años del Mochuelo se pusieron ansiosamente de puntillas. Pero fue en vano. Ella ya le había besado.
• Le empujó su desesperación,
• «Subo porque no me importa caerme»
• había una belleza en el sol escondiéndose tras los montes y en el gemido de una carreta llena de heno, y en el vuelo pausado de los milanos bajo el cielo límpido de agosto, y hasta en el mero y simple hecho de vivir.
• Hoy debe ser para ti y para mí un día inolvidable.
• —Los hombres se hacen; las montañas están hechas ya.
• Algo se marchitó de repente muy dentro de su ser: quizá la fe en la perennidad de la infancia.
• Vivir era ir muriendo día a día, poquito a poco, inexorablemente.
• Nunca las campanas dicen lo mismo.
• cada campanada era como una aguja afiladísima que le atravesaba una zona vital de su ser.
• Le dolía que los hechos pasasen con esta facilidad a ser recuerdos; notar la sensación de que nada, nada de lo pasado, podría reproducirse.
• lindando con la tapia, se erguían, adustos y fantasmales, dos afilados cipreses.
• Había, en torno, un silencio abierto sobre cien sollozos reprimidos, sobre mil lágrimas truncadas,
• El poder de decisión le llega al hombre cuando ya no le hace falta para nada;
• La vida era el peor tirano conocido. Cuando la vida le agarra a uno, sobra todo poder de decisión.
• cada cual tenía un camino marcado en la vida y que se podía renegar de él por ambición o sensualidad,
• —Mochuelo, ¿te acordarás de mí?
• Y cuando empezó a vestirse le invadió una sensación muy vívida y clara de que tomaba un camino distinto del que el Señor le había marcado. Y lloró, al fin.

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Una novela inolvidable, tierna y nostálgica, donde unos niños intentarán encontrar su camino hacia la edad adulta.

4/5

Lo mejor: Los personajes; las descripciones; el camino.

Lo peor: Nada.

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