15 de diciembre de 2013

El océano al final del camino

Titulo: El océano al final del camino
Autor: Neil Gaiman
Año: 2013 (2013)
Traducido por: Mónica Faerna

Editorial: Roca
Temática: Ficción Moderna y Contemporánea
Páginas: 240
ISBN: 978-84-9918-680-1

Sinopsis: Una novela sobre el recuerdo, la magia y la supervivencia; sobre el poder de los cuentos y la oscuridad que hay dentro de cada uno de nosotros. Hace cuarenta años, cuando nuestro narrador contaba apenas siete, el hombre que alquilaba la habitación sobrante en la casa familiar se suicidó dentro del coche de su padre, un acontecimiento que provocó que antiguos poderes dormidos cobraran vida y que criaturas de más allá de este mundo se liberaran. El horror, la amenaza, se congregan a partir de entonces para destruir a la familia del protagonista. Su única defensa la constituirán las tres mujeres que viven en la granja desvencijada al final del camino. La más joven de ellas, Lettie, afirma que el estanque es, en realidad, un océano. La mayor dice que recuerda el Big Bang.

  • No era más que un estanque de patos, en la parte de atrás de la granja. No muy grande.
    Lettie Hempstock decía que era un océano, pero yo sabía que eso era una tontería.
  • Poco a poco, la carretera se iba convirtiendo en un simple camino. Estaba llegando al final.
  • A veces los recuerdos de la infancia quedan cubiertos u oscurecidos por las cosas que sucedieron después, como juguetes olvidados en el fondo del armario de un adulto, pero nunca se borran del todo.
  • —El agua del mar no se puede beber, ¿verdad? Demasiada sal. Sería como beberse la sangre de la vida.
  • Los recuerdos se asomaban por el borde de las cosas, y me hacían señas. Si me hubieran dicho que volvía a ser un niño de siete años, casi lo habría creído, por un momento.
  • Me senté en el banco, y me quedé mirando el cielo reflejado en el agua, la capa de lentejas de agua en los bordes y la media docena de nenúfares que flotaban en él. De tanto en tanto, arrojaba una avellana al estanque, el estanque al que Lettie Hempstock llamaba...
  • Lo había recordado y, detrás de ese recuerdo, vinieron todos los demás.
  • Me sentía más seguro en compañía de un libro que de otras personas.
  • Vivía en los libros más que en cualquier otra parte.
  • fue como si uno de los pilares sobre los que había construido mi mundo se hubiera derrumbado como si fuera de arena.
  • ¿Por qué no te llevas al chico al estanque?
    —No es un estanque —dijo Lettie—. Es mi océano.
  • ¿Podría existir un océano tan pequeño como un estanque de patos?
  • No recuerdo cómo empezaban aquellos sueños. Pero así es como funcionan los sueños, ¿no?
  • Lettie Hempstock estaba al final del camino, bajo los castaños. Parecía como si llevara un siglo esperando y estuviera dispuesta a esperar otro siglo más. Llevaba un vestido blanco, pero la luz que se filtraba por entre los primaverales brotes de los castaños lo teñía de verde.
  • Los narcisos eran como trocitos de sol, y le daban un aspecto aún más alegre a aquella cocina de maderas oscuras.
  • llegamos a otro sembrado en el que crecían unos pequeños juncos que parecían serpientes peludas, blancos, negros, marrones, naranjas y grises y también a rayas, y se mecían suavemente, enroscándose y desenroscándose al sol.
  • Y luego solo quedan los recuerdos. Y estos se desvanecen y se mezclan...
  • Cuando leía, nada me daba miedo: estaba muy lejos,
  • Su ropa no estaba andrajosa. Era solo el corte de la falda, supongo; estaba hecho adrede. Pero cuando la miré me imaginé su falda ondeando al viento, aunque en la cocina no soplaba el viento, flameando como la vela mayor de un barco, en medio de un océano solitario, bajo un cielo naranja.
  • Los adultos siguen caminos. Los niños exploran.
  • Amaba ese lugar como si formara parte de mí, y quizás, en cierto modo, fuera así.
  • Me evadí mentalmente, enfrascándome en la lectura de un libro. Así era como me escapaba cuando la vida real se me hacía muy cuesta arriba o demasiado inflexible.
  • abría la ventana, me recostaba en la almohada y cerraba los ojos para sentir el viento y la lluvia en la cara mientras escuchaba el rumor de los árboles. Algunas gotas de lluvia caían directamente en mi cara, si tenía suerte, y yo imaginaba que surcaba el océano en mi barco, mecido por las olas.
  • Pensé: «Me voy a morir».
    Y, con ese pensamiento en mente, estaba decidido a vivir.
  • Los libros fueron mis maestros y mis consejeros.
  • De repente el futuro se había vuelto incierto, cualquier cosa era posible: el tren de mi vida acababa de descarrilar, corría campo a través y bajaba por la carretera conmigo.
  • mi imaginación empezó a llenar la oscuridad de lobos y espectros.
  • El trueno gruñía y retumbaba en un rugido constante y monótono, como un león al que estuvieran haciendo enfadar, y los relámpagos fulguraban y parpadeaban como un fluorescente estropeado.
  • Jugar con el tiempo solo complica más las cosas...
  • Las disculpas siempre llegan tarde, pero te agradezco la intención.
  • Estaba oscuro, y nuestras velas proyectaban gigantescas sombras, por lo que, según avanzábamos por el pasillo, me daba la impresión de que todo se movía, el reloj de pared y los animales disecados
  • La luz de la luna se derramaba sobre los escalones, brillando más que la luz de nuestras velas: miré por la ventana y vi la luna llena. El cielo despejado estaba salpicado por una miríada de estrellas.
  • Abrió los ojos cuando me levanté: eran de un intenso azul verdoso, insólitos y extraordinarios, como el mar en verano,
  • —En el fondo, nadie es como aparenta ser.
  • A veces los monstruos son cosas que la gente debería temer y no teme.
  • Habría ido con ella hasta las mismísimas puertas de Infierno.
  • EL CAMINO ESTÁ DENTRO DE ÉL.
  • Tienes un agujero en el corazón. Tienes dentro de ti una puerta que conduce a otro mundo más allá del que tú conoces.
  • tu corazón se pasará la vida anhelando algo que no puedes tener, algo que ni siquiera puedes llegar a imaginar, y ese anhelo no te dejará dormir, y te perseguirá durante toda tu vida,
  • —El océano —dijo—. Yo no quería ir. Le ha dado tanto trabajo a la abuela que ha dicho que después tendría que acostarse un rato. Pero al final hemos conseguido meterlo en el cubo.
    El agua del cubo brillaba con una luz azul verdosa. La luz me permitía ver la cara de Lettie. En la superficie del agua se podían ver las olas, y observé cómo rompían contra la pared del cubo.
    —No entiendo nada.
    —No podía llevarte hasta el océano —dijo—, pero nada me impedía traerte el océano hasta aquí.
  • Vi que había rutas y puertas y caminos más allá de la realidad. Vi todas esas cosas y las entendí y me llenaron por dentro, como me llenaban las aguas del océano.
  • un océano que se extiende desde la eternidad hasta la eternidad y, sin embargo, es lo suficientemente pequeño como para caber en un cubo,
  • Quería quedarme todo el tiempo en aquel océano que era el universo, que era el alma, que era todo lo que importaba. Quería quedarme allí para siempre.
  • No podía controlar el mundo en que vivía, no podía huir de las cosas, la gente o los momentos que me hacían daño, pero disfrutaba como un enano de lo que me hacía feliz.
  • la luna era una delgada sonrisa blanca,
  • ¿Creéis que podéis hacer daño a mi familia?
  • —¿Debería confinaros en el corazón de una estrella oscura, para que sufráis vuestro dolor en un lugar donde cada instante dura mil años?
  • —Nada es nunca igual —dijo—. Así haya transcurrido un segundo o cien años. Todo está en continuo movimiento. Y la gente cambia igual que cambian los océanos.
  • Tú tienes que seguir con tu vida. La vida que Lettie te regaló. Tienes que crecer y hacer lo posible por hacerte merecedor de ese regalo.
  • Tenía unos ojos verdaderamente insólitos. Me recordaban el mar, así que la llamé Océano, aunque no hubiera sabido explicar por qué.
  • —Creo que estás mejor que la última vez que te vimos —dijo Ginnie Hempstock—. Para empezar, te está creciendo un corazón nuevo.
  • En el estanque también había una luna llena, y me puse a pensar, sin darme cuenta, en los santos locos de la historia antigua, los que iban a pescar la luna en un lago, con redes, convencidos de que el reflejo en el agua era más fácil de atrapar que el globo suspendido en el cielo.
  • Me pregunté qué habría producido el efecto óptico de las dos lunas, pero fue solo un momento; enseguida lo descarté. Puede que fuera una imagen residual, decidí, o un fantasma: algo que se había colado en mis pensamientos por un instante, con tal fuerza que había llegado a creer que era real, pero ahora había desaparecido, y se había perdido en el pasado como un recuerdo olvidado, o una sombra en el anochecer.

4 comentarios:

  1. Me fascinó este libro!
    Es lo primero que leo de Neil y me muero por probar algo más ♥
    Y las frases están geniales, aunque todo tal y como lo escribe lo es

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  2. Me encanto la forma de esta reseña, si es que se puede llamar así. A este libro me dan ganas de leerlos. Vamos a ver si comienzo probando esto de Neil Gaiman, o comienzo con otro, aunque las frases de aquí, me dan muchas ganas

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  3. La verdad que es un libro maravilloso.
    Un beso.

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  4. Hola ^-^
    No he leído este libro pero me llama mucho la atención, espero conseguirlo pronto y a ver que tal :)
    Un beso enorme :D

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